martes, 24 de enero de 2012

El reino de lo imposible

Ayer actuó en Alicante, la pianista rusa Lilya Zilberstein.

Cuando la vi me sorprendió su aspecto físico. Es una mujer bastante corpulenta y no muy alta. Ayer llevaba el pelo largo (al estilo romántico, últimamente se ve mucho en los conciertos), con un vestido oscuro de gasa con falda hasta el suelo. Al sentarse frente al piano, me llamaron la atención sus mangas "arremangadas" a la altura de los codos, que dejaban al descubierto dos poderosos antebrazos y unas manos no demasiado estilizadas. Si en ese momento Lilya hubiese comenzado a amasar una masa de pan y a comentar los asuntos del trabajo y la familia, todo habría estado en su sitio, pero no, Lylia nos miró de medio lado, algo molesta con los últimos espectadores y el "run run" que producían.

Primero interpretó una pieza virtuosa: unas variaciones de Beethoven sobre un Aria. Al concluir esta pieza, mi compi, Fany, comentó con gran acierto - "su técnica es cristalina". Sí, le dije yo, pero ahora viene la prueba de fuego: la Sonata nº23 de Beethoven.

...Imaginaros que el piano se transforma en un ser fabuloso, un objeto que vibra incesantemente. La mano izquierda de Lylia arranca un ritmo imparable, una vibración despiadada del piano, la derecha se mueve a la velocidad del rayo sobre las teclas estremecidas. La claridad del sonido es cristalina, la vibración del sonido es omnipotente, la calidad del sonido es tan buena que haría sonreír al mismísimo Beethoven... y cuando en mitad de ese torrente de música, abrimos los ojos envueltos en la tempestad, allí está Lilya, sólida como una roca, indiferente al mundo, ejecutando sobre el piano sus vigorosos pases, moviendo los brazos, las manos en gestos mágicos incomparables, gestos elementales de la naturaleza que surjen a la velocidad del rayo. Imperturbable, entrañable, ajena, mientras el piano se estremece a punto de reventar y Beethoven sonríe desde el translúcido cristalino al reconocer la esencia genuina de su música.

Pongo primero el último movimiento de la Sonata nº23 de Beethoven interpretado por Lilya Zilberstein. (Han pasado 24 horas, pero mi corazón continua aplaudiendo)



A esta sonata le han llamado la Appassionata aunque Beethoven nunca la llamó así. Una vez comentó a unos amigos que para entender su sonata nº23 tendrían que leer "La Tempestad" de Shakespeare. También, a los pocos años de publicarla se refirió a esta sonata como "la más grande". Se cree que la compuso de un tirón en un feliz verano en el que andaba enamorado y paseaba por inmensos bosques al norte de Viena. También se sabe que los primeros pianos sobre los que el joven Maestro interpretó la sonata nº23, terminaron reventados e inservibles. "Forte e Appassionato"




Sea como fuere, está claro que logró atravesar las nubes ciclónicas que giran en medio de la gran tempestad y que logró con su sonata ir más allá del vuelo de las águilas que remontan, en medio de esa tempestad. Que llegó a los brazos de su amada, que habló con ella en el lenguaje de los bosques y que regresó de ese reino para contarnos que la creación es imparable y arrolladora, para contarnos que en ese reino profundo del corazón... nada es imposible.

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Y como necesito verla tocar el piano, pongo: Trois Intermezzi Opus 117 by J,Brahms 2. Con estas piezas de Brahms comenzó la segunda parte del concierto.